En el corazón de Madrid, el alcalde José Luis Martínez-Almeida ha dejado claro su descontento con el portavoz de Vox, Javier Ortega Smith, durante una acalorada sesión en el Pleno de Cibeles. Almeida recordó cómo hace dos años, los votantes le otorgaron al Partido Popular una contundente mayoría absoluta, y le reprochó a Ortega su falta de compromiso y esfuerzo, afirmando que su actividad política es prácticamente inexistente.

Durante su intervención, Ortega enumeró las promesas incumplidas de Almeida, señalando en particular su compromiso de derogar Madrid Central, que en realidad se ha transformado en una recaudación millonaria a través de multas. Además, criticó la escasa ejecución de viviendas prometidas y la falta de acción contra los ocupas, así como la validez de denuncias respaldadas por los pilares de la ideología de género que, según él, se han convertido en instrumentos de manipulación política.

Almeida no dudó en contestar afirmando que la mayoría absoluta obtenida hace dos años es prueba del buen trabajo que su administración ha realizado. Recordó una conversación previa con Ortega, quien le había garantizado una colaboración más estrecha, pero al alcalde le preocupaba que eso significara ceder ante políticas de izquierda o el chantaje de Vox.

Con un tono directo, el alcalde expresó que Ortega pretendía confrontar al Gobierno, pero fueron los propios ciudadanos quienes le respondieron en las urnas. Aunque Almeida reconoció que existen problemas en la ciudad, rechazó la perspectiva de catástrofe presentada por el portavoz de Vox.

El punto culminante de su respuesta fue una ironía sobre la dedicación de Ortega en el Ayuntamiento, sugiriendo que su trabajo allí es equiparable al de una persona que ni siquiera llega a cumplir con la jornada laboral mínima. Además, Almeida destacó las compensaciones económicas que su compañero de la oposición percibe, enfatizando que Ortega, a pesar de sus críticas a la burocracia, se beneficia significativamente del sistema que supuestamente denuncia.

En conclusión, Almeida subrayó la paradoja de que un político que se erige como defensor de la austeridad en la administración pública es, en efecto, uno de los mejor pagados con una dedicación mínima, reafirmando así su posición firme ante su detractor político.