La historia de Madrid es rica y compleja, con vestigios de asentamientos humanos que se remontan a miles de años atrás. En este artículo, nos centraremos en la aparición de los primeros asentamientos permanentes en la zona, un momento crucial en la prehistoria de la región.
En el Paleolítico, Madrid y sus alrededores estaban habitados por comunidades nómadas de cazadores-recolectores. Estos grupos se movían constantemente en busca de alimento, refugiándose en cuevas y abrigos rocosos temporales.
Las cuevas de la región, como las de El Jarama o las cuevas del Manzanares, eran utilizadas como refugio temporal por estas comunidades. En ellas se han encontrado pinturas rupestres, herramientas de piedra y restos de fauna que nos ayudan a entender la vida de estos primeros habitantes de la zona.
Con la llegada del Neolítico, hacia el año 6000 a.C., comenzaron a aparecer los primeros asentamientos permanentes en la zona. Las comunidades agrícolas se establecieron en las fértiles tierras de la vega del río Manzanares, dando paso a una sociedad más sedentaria y organizada.
La aparición de la cerámica y la práctica de la agricultura marcaron un cambio significativo en la vida de estos primeros pobladores. Con la domesticación de plantas y animales, las comunidades neolíticas pudieron asentarse de forma permanente y desarrollar una economía basada en la agricultura y la ganadería.
En la Edad del Bronce, entre el 2200 y el 900 a.C., la zona de Madrid experimentó un importante desarrollo cultural y tecnológico. Los asentamientos urbanos crecieron y se fortificaron, intercambiando bienes y conocimientos con otras regiones cercanas.
La llegada del bronce a la región marcó un antes y un después en la producción de herramientas y utensilios. Los primeros artesanos metalúrgicos se establecieron en la zona, creando objetos de gran belleza y utilidad que han perdurado hasta nuestros días.
Durante la época romana, Madrid y sus alrededores fueron integrados en la vasta red de ciudades y carreteras del Imperio. La ciudad de Complutum (actual Alcalá de Henares) se convirtió en un importante centro urbano, marcando el inicio de la romanización de la región.
La arquitectura romana, las prácticas comerciales y la introducción de nuevas tecnologías transformaron la vida en la zona. Los restos arqueológicos de esa época nos hablan de una sociedad cosmopolita y dinámica, que integraba lo mejor de la cultura romana con las tradiciones locales.
La historia de Madrid es un reflejo de la diversidad y la riqueza cultural de la región. Los primeros asentamientos permanentes marcaron un punto de inflexión en la prehistoria de la zona, dando paso a sociedades más complejas y organizadas.