La huella aparente del destrozo ahora solo marca la desembocadura de la calle de Antonio Leyva en la glorieta del Marqués de Vadillo. El lodo ha desaparecido, pero una máquina trabaja en un colosal socavón, allí donde reventó, la madrugada de este jueves, la tubería del Canal de Isabel II que vertió 6 millones de litros a la área. El caudal inundó la M-30, no obstante, cerca de un millón de litros se desviaron a la colindante calle de Antonio López y este viernes sus pobladores todavía evaluaban las imperfecciones. Algunos bares perdieron electrodomésticos, los mercaderes, su género, y cincuenta de vecinos los turismos que dormían 4 plantas bajo el suelo.
La mañana fué atareada. El estacionamiento de habitantes del número 15 de Antonio López tragaba y escupía grúas sin cesar, que remolcaban los turismos manchados de barro. Los vecinos se reunían en el ingreso, una rampa con pendiente que se convirtió en un río y caló la última planta. Había enfados, lamentos y inquietudes, mientras que el vicepresidente de la red social y el gestor de la finca administraban el revuelo. «Usted cuenta con que ofrecer el parte a su empresa aseguradora, y todos y cada uno de los datos, y asimismo al seguro del Canal de Isabel II, hay que mandar un e-mail. Si usted desea puede sacar el turismo con una grúa, no es necesario aguardar al perito», explicaba el gestor, Carlos Hernando, a uno de los damnificados.
El túnel que conecta Marqués de Vadillo y Pirámides se prevé que reabra esta mañana tras la limpieza del barro
Del millar de plazas del estacionamiento, cuando menos 200 se sumergieron múltiples centímetros bajo el agua y 60 turismos han corrido la peor suerte. El Skoda Karoq blanco de Angelines Salamanca, una vecina de 75 años, se encontraba empapado. «Ha subido mi marido a llamar a la grúa; el vehículo no tenía ni un par de años, lo empleábamos para llevar a los nietos al instituto y poco mucho más», cuenta la mujer, y enseña el motor mojado. «Te dejas los ahorros suponiendo que no te comprarás mucho más turismos y en este momento a conocer si nos sigue con vida», lamentaba. Como Salamanca, varios vecinos administraban el traslado de sus automóviles y regaban el estacionamiento con un tráfico incesante de automóviles de asistencia, obreros y conductores. «¡Venga! ¡Date brío, que tienes mucho más!», bromeaba un gruista con otro.
Pasa una grúa con un taxi inutilizado, otra con un Hyundai i40 salpicado de orate hasta las ventanas. Eduardo Brox, de 78 años, aguardaba desde hacía una hora a fin de que trasladaran su Mercedes E2000 al taller. «No hay otro peor, es eléctrico terminado. Se frena solo, no se pone la dirección, tampoco hace contacto...», patentizaba el técnico. Brox, que fué testigo de otras crecidas de agua en el estacionamiento por precipitaciones intensas y no conduce bastante, esperaba tolerante. «Que todo sea esto», mantenía. Aunque fué la peor inundación que registró la red social: los bomberos usaron 4 bombas de achique y ocho mangueras para obtener 3 centímetros de agua por hora. Tardaron 15 horas. A las 8 de la mañana de este viernes el estacionamiento al fin se encontraba seco.
Un cubo con un limpiacristales a las puertas del bar Estrella delata el ahínco de Xu por dejar impolutas las baldosas. «Esto está roto; esto, roto, y eso, roto», apunta la dueña del local múltiples máquinas bajo la barra. El agua ha desbaratado una nevera, un grifo de cerveza y comida de la despensa. Xu exhibe las fotografías en su móvil inteligente, en las que el bar está cubierto por un charco de agua obscura. Las mismas fotografías que remitirá al seguro, que todavía no ha cuantificado los daños.
Al otro lado de la calle, Natalia proseguía fregando los 300 m2 de su bazar. «Ayer por la mañana [por el jueves] vi las novedades, en el momento en que llegué vi arena en la puerta y creí que no había entrado agua. Pero no, un horror», afirma. Después de horas de esfuerzo, este viernes por la mañana solamente había limpiado una tercer parte del almacén, donde almacena toda clase de prendas, calcetines, pijamas, lencería. Las cajas y bolsas empapadas se amontonaban en las esquinas de la tienda. «Solo nos encontramos 2 limpiando, de ahí que es durísimo», reconocía Natalia, que calcula «por lo menos» unas pérdidas de 1.000 euros en género insalvable. «Pero el seguro va a decidir», afirma, y se encoge de hombros. Como el resto de damnificados de la calle, queda aguardar.